La trama por momentos se sumerge, luego aparece en la nitidez del impacto. Nunca se detiene, muta y mantiene invariables estratégicas. En Venezuela, el 2017 fue el momento de mayor choque anterior al 2019.
Ese asalto al poder, que conformó un momentáneo empate catastrófico, tuvo una resolución al favor del chavismo que se cristalizó en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y se tradujo en derrotas con efecto dominó para la derecha.
El punto de quiebre subterráneo que le siguió fue la retirada de la derecha de las mesas de diálogo en República Dominicana en el 2018 por órdenes de EEUU, seguido del intento de vaciar las presidenciales de mayo, que condujo al asalto de 2019, una etapa más avanzada que retoma elementos del 2017 y mantiene la invariable estratégica.
No se puede entender la génesis de la actual ANC y su posible evolución sin el cuadro 2017 y la batalla estratégica.
«La ANC viene a ser un escudo de protección de la institucionalidad democrática de la República en el entendido de que el objetivo de EEUU y del poder hegemónico transnacional —en el 2017, y este 2019 ha quedado más en evidencia— es disolver el Estado-nación venezolano como lo ha hecho en Libia, en Irak, para venir a saquear, llevarse las riquezas por la vía no legal», explica Tania Díaz, primera vicepresidente de la ANC y presidenta de su comisión de Agitación y Propaganda.
El 2017 fue narrado por los grandes medios corporativos como una oleada de movilizaciones de una oposición pacífica, en una operación coordinada para ocultar la naturaleza del asalto y del objetivo.
Era, en cambio, el punto en el cual la derecha midió, de forma equivocada, que los elementos estaban dados para el asalto final, la «hora cero» como definía el momento, que tenía un punto de acumulación central a partir del arribo de la oposición al Poder Legislativo en 2016.
«La Asamblea Nacional (AN) se insubordinó a los demás poderes, no desconoció solamente al presidente, sino al Tribunal Supremo de Justicia, al punto que designaron uno paralelo, al Fiscal General, y al Poder Electoral en el momento en que solamente las elecciones que ellos ganan les parecen legítimas», analiza Tania Díaz.
El Gobierno vio en la convocatoria constituyente una forma de resolución democrática al escenario en escalada. Convocó a la oposición a debatir las bases comiciales de la ANC y a participar de la elección y se negó.
«A esa élite política no le conviene que el mecanismo democrático prevalezca, para cumplir su verdadero propósito político tienen que derogar la Constitución por la vía de la fuerza, porque con esa Constitución no podrían gobernar», dice Díaz.
La derecha desplegó acciones armadas para impedir la elección: atacó centros electorales, casas de funcionarios del poder electoral, votantes.
«Tenemos pruebas que había elementos paramilitares colombianos entrenando a los activistas que luego iban a matar chavistas, tenemos indicios que esos grupos paramilitares tienen fuentes de financiamiento internacional que vienen de las ‘agencias de desarrollo’ norteamericanas», explica Tania Díaz.
Esa violencia fue sistemáticamente ocultada por agencias internacionales de noticias, grandes medios, gobiernos y operadores diplomáticos plegados a la estrategia norteamericana.
La elección de la ANC fue una victoria política por el peso de los votos, la legitimidad. Quedó demostrada la voluntad mayoritaria de la sociedad venezolana de resolver el conflicto a través de mecanismos pacíficos y electorales.
La derecha replegó sus formaciones armadas —un año después, por ejemplo, intentaron el asesinato del presidente— la trama golpista regresó a las sombras, y transcurrieron meses donde el frente principal de asalto se centró en la economía. Fue después de la victoria de la ANC que Donald Trump amenazó públicamente con una intervención militar y el bloqueo económico apareció de manera reconocida.
La ANC vino a cumplir varios objetivos. El primero, razón central de su convocatoria, fue la protección de la institucionalidad democrática: la ANC como suprapoder conlleva la subordinación de los demás poderes, incluido el del presidente.
El choque de poderes desatado desde la fachada del Legislativo fue contenido hasta inicio de 2019. Otro objetivo fue el de redactar una nueva Constitución, para lo cual, las diferentes comisiones que integran la ANC han recibido numerosas propuestas.
«No hay plazo para eso, no lo establece la Constitución, en las bases nos dimos al menos dos años, pero estamos viviendo una situación de asedio que nos ha obligado a reinventarnos en el terreno, no habíamos vivido un bloqueo económico, comercial, financiero como el que estamos viviendo ahora», apunta la vicepresidenta del órgano electo en 2017.
«En medio de esta situación es muy difícil tomar decisiones sobre una Constitución que es un acuerdo social para los años que están por venir, y esos años dependen mucho de lo que logremos consolidar en este momento en el que estamos viviendo un ataque permanente generalizado», explica Díaz, también vicepresidenta de Agitación, Propaganda y Comunicación del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv).
Enero de 2019 se conectó con el asalto frenado de 2017: la trama golpista, sumergida en varias de sus facetas entre medio, regresó con nitidez. Esta vez no solamente se desconoció a todos los demás poderes desde la AN, sino que se puso en marcha la arquitectura —ya implementada en guerras de Medio Oriente— de un gobierno paralelo sin capacidad de gobernar a lo interno, pero creado desde fuera, es decir EEUU.
La finalidad: darle legitimidad a robos, saqueos, bloqueos, hasta la hipotética intervención militar presentada como cooperación. La fachada pública fue Juan Guaidó, quien se autoproclamó presidente el 23 de enero, acompañado por el despliegue de grupos violentos en Caracas.
La ANC como «escudo de protección de la institucionalidad democrática de la República» cobró toda su vigencia. Permitió una articulación con el Tribunal Supremo de Justicia para avanzar en ejercer justicia contra quienes realizaron, por ejemplo, el intento armado de toma del poder el 30 de abril en la madrugada.
Días después de esos hechos, la ANC quitó la inmunidad parlamentaria a ocho diputados. Ya había emitido un decreto para allanarle la inmunidad a Juan Guaidó el 2 de abril para que pueda ser investigado por sus actos. En ese contexto la ANC tomó la decisión, ratificada por el presidente, de continuar su funcionamiento que se había acordado por dos años —es decir, hasta agosto de 2019— con un horizonte, al menos, hacia fin de 2020.
En el 2017 la ANC fue la llave para romper el empate estratégico, que luego se convirtió en mecanismos de estabilización política. La pregunta hoy es cómo se puede resolver este nuevo asalto donde los operadores estadounidenses están al frente de manera pública y la toma real de decisión pasa por ellos. Existen tensiones internas debido al error de cálculo que debía darles una victoria rápida que se reveló ilusa.
En cuanto al cuadro nacional, la vicepresidenta de la ANC insiste en caracterizar a la oposición: «El drama político venezolano es que el ejercicio de la política de los sectores de la oposición ha sido secuestrado por una casta que viene de los antiguos poderes económicos nacionales que no cree en la política, que no creen en la soberanía popular, y tienen veinte años diciendo Chávez vete ya, Maduro vete ya».
Aún no está la respuesta, aunque Tania Díaz subraya una dimensión central de toda resolución: «Aquí no va a pasar nada que no tenga como base la soberanía popular», indica.
“El verdadero poder de Maduro está en la organización popular, el chavismo somos solamente 6 millones de militantes en el Psuv, 32.000 comités locales de abastecimiento y producción, 2 millones de milicianos, 1 millón en el movimiento Somos Venezuela, movimientos sociales, somos una realidad orgánica, y nada va a pasar, al menos que nos arrasen y nos maten a todos, sino por la decisión que tome ese pueblo, por eso el tema de la democracia participativa es importante, no va a haber un acuerdo entre cúpulas que defina la realidad».
Venezuela se enfrenta a una ofensiva de carácter estratégico: está en juego su Estado-nación, su territorio, recursos, soberanía, el intento de resetearla a través de una guerra híbrida para subordinarla al ordenamiento geopolítico diseñado por Norteamérica. La ANC ha sido y es una de las formas de enfrentar el asalto continuado que se encuentra en una de sus fases más críticas.
SPUTNIK
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