Por: Elías Jaua Milando (@JauaMiranda)
Conversando por aquí, por allá oigo frecuentemente la expresión “yo pensaba que era el único loco (o loca) que pensaba así”, cuando se abordan las preocupaciones por el rumbo de nuestra revolución. Y es que además del peso de la agresión extranjera y la compleja situación económica y social que atravesamos, se suma a la carga un malestar ético, político e ideológico creciente, que sale en cualquier debate o conversación, no condicionada, entre chavistas, entre revolucionarios y revolucionarias, entre compatriotas.
No, no estamos locos, o locas las compatriotas, los y las que seguimos creyendo en la participación democrática, protagónica del pueblo en la toma de decisiones; en la plena soberanía sobre nuestros recursos petroleros, mineros y naturales en general; en la gobernanza del Estado sobre la economía; en la vigencia de los derechos salariales y laborales; en la integralidad de los derechos humanos de todo el pueblo; en la producción nacional con participación transparente de todos los sectores; en la necesidad de un sistema de justicia decente que ampare a la sociedad honesta; en la construcción de una sociedad socialista a partir del espacio de la Comuna, de la propiedad social; en un modo ético, inclusivo, democrático y democratizador de hacer política; en una transformación de la sociedad que sea humanamente gratificante y no dolorosa, ni desintegradora. No estamos locos, o en todo caso sufrimos de la locura creativa de la que siempre nos hablaba el Comandante Chávez.
Ahora, además de preocuparnos, debemos desatar la locura creativa para refundar los cimientos del proyecto Bolivariano. No se retire del espacio de la política, no se “enchinchorre”. Vamos a la calle, a la carga:
1. Genere opinión sobre estos temas, escriba, debata, hable. No se quede callado, con un nudo en la garganta.
2. No ande solo, júntese con sus iguales en la comunidad, en el trabajo, en el centro de estudio para superar las dificultades, las exclusiones y construir soluciones. En la unión está la fuerza.
3. Milite socialmente, participe o acompañe procesos o luchas comunales, campesinas, obreras, juveniles, feministas, culturales, ambientales. Bastante cosa hay por hacer y por defender en la calle.
4. Produzca algo, incentive y organice procesos productivos de manera familiar o comunal. Siembre, fabrique, invente. Producir es una tarea revolucionaria de primer orden.
5. Si está en un cargo público, sobre todo de elección popular, aunque no tenga recursos materiales que dar, viva metido allí, donde el pueblo que lo eligió sufre, lucha, construye y cultiva la esperanza. No le tenga miedo al pueblo, bañase de él y vera la diferencia.
6. Sume y organice voluntades todos los días para una transformación revolucionaria de la actual situación. Como Chávez el 4 de febrero de 1992, diga: “Vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse hacia un destino mejor”.
7. No tenga dudas, ni se deje chantajear ideológicamente por nadie, la opción de la Revolución Bolivariana, que nos legó Chávez, son los trabajadores, son los campesinos, son los indios, son los comuneros, son los honestos, son los humildes. ¡Chávez vive en ellos y ellas!
Seamos tercos, perseverantes en la idea de que si podemos construir una sociedad donde quepamos todos y todas con igualdad, con justicia, con dignidad. No nos dejemos convencer otra vez de que la subordinación, la explotación, la desigualdad, la pobreza, la injusticia, la deshonestidad y el egoísmo son parte del orden natural. No es cierto, aquí en Venezuela demostramos en la primera década de este siglo XXI, que si se podía avanzar en la construcción de una sociedad auténticamente humana, mediante el ejercicio de la democracia protagónica, la democracia socialista.
Compatriotas, les devuelvo el aliento que me dan todos los días y les digo ¡No se rindan!, no nos rindamos. Con Alí Primera te digo: “¡Abre brecha compañero, que ya sopla viento de agua!”.
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