Por: Ramón Centeno
@elboligrafo
Le pregunté a mamá si una carta siempre tenía que comenzar por: querido y apreciado amigo o más bien se empieza directo: ¡Epa tú! ¿Qué más?, ella me dijo que podía empezarla con un ¡Hola! y terminarla con un tajante chao.
Yo tenía tiempo que no hacía una carta. Siempre las redactaba mi tía Euclidia, pero esta vez me siento motivado a escribirle a un amigo lejano. Bueno, más bien es como un primo tercero: a esos a quienes poco recordamos.
Así que, y para no perder la secuencia de la misiva voy a lanzar los primeros párrafos de esta carta o petitorio.
A su merced Donal Trump o querido lejano primo: la última vez que estuve por tu oficina oval por allá en EEUU una señora agraciada me dijo que no estabas y al fondo del pasillo se escuchaba la estridencia de tu voz: ¡me mentiste!
Salí de allí decepcionado y compungido. Pero al tiempo pasé la página y eso ya está superado.
Amado primo lejano. Me siento orgulloso y a la vez muy triste. Orgulloso porque te veo por la pantalla cada vez más joven y platinado. Contento y orgulloso porque la fortuna ha ido creciendo a niveles impensables.
También estoy feliz porque las promesas que hiciste en campaña electoral para ocupar la presidencia de Estados Unidos se están cumpliendo:
Los niveles de odio por color de piel han aumentado
Los pobres se han multiplicado
El capitalismo hace estragos en los estratos más desatendidos
El consumo de droga va en franco ascenso. Por cierto, Iván el Duque de ese rubro, te manda saludos.
Sigo escribiendo.
Amado lejano primo: cuando escribo estas cortas líneas no sé qué será mejor; si continuar con esta angustia de verte acorralado por tus amigos: Bolton y Pence o avanzar con las peticiones que te tengo.
Antes, debo decirte que la tristeza de estos días es porque ya no eres el mismo. Chico tú eras un carajito talentoso, homólogo del zar de la belleza venezolana: teníamos algo en común: Osmel y Trump; ojos clínicos para exportar.
Y te digo todo esto por la confianza que nos tenemos, por ejemplo, hace unos años te dedicabas a la selección de las mujeres más bellas del universo. Ahora te dedicas a sancionar a gente trabajadora y no me vengas a decir que no.
Primito o primor: la madrugada del viernes 28 de junio le metiste tremenda sanción a Nicolasito, hijo del Presidente de Venezuela y pana mío. Te confieso que es mi amigo personal.
Por cierto, esa sanción se convirtió en la primera que se le aplica a alguien menor de 30 años: ¡te pasaste!
Donald, quiero sincerarme contigo: esa sanción, como las que impusiste a mi país, solo buscan ahogarnos y desesperarnos. Cada bloqueo representa la ausencia de alimentos y medicinas, por escribirte sólo dos. De verdad que eres un mal intencionado.
Ajá pero ¿por qué le pegaste esa multa a Nicolás Ernesto? ¿Qué te hizo?
Yo pensé que te estaba atacando a tu hija, pero él me dijo que no fue así y de no ser por esa razón ¿por qué fue?
Yo te hablaré claro y raspado. Nicolás Maduro Guerra, es un chamo que desde Carajitico anda montado en un bus con su papá luchando por la izquierda y sus procesos. Mientras tú – perdona que te tuteé- andabas engrosando tu bolsillo a costillas del show. Sigo.
Seguramente cuando empezaste a comprar las primeras empresas, ese muchacho andaba con su papá organizando, estudiando y trabajando. Pero, me vengo más acá: mientras su padre estaba de Canciller, tú Gobierno estaba en plena guerra cobrando vidas.
¡Ay Dios! Te veo mal Marco Rubio, perdón, primo Trump.
En fin, yo creo que con esa sanción te dejaste ver las costuras. Con esta nueva arremetida al hijo de Nicolas Maduro sigues mandando un mensaje al mundo de lo que estás hecho. Eso está muy mal. Fíjate:
Venezuela no representa ninguna amenaza. Ustedes sí y quizás en este momento – cuando imprimo esta carta- hay varios planificando un nuevo atentado desde El Pentágono.
Venezuela y su gobierno protege a las víctimas de guerra económica. Ustedes protegen a delincuentes, estafadores y mercenarios.
Y así seguiría escribiendo. Pero para no extenderme más, solo unas pocas palabras más para quien se convirtió en mi tío Donald.
A saber: Cada sanción es una herida que se abre en el corazón de la gente. Sanción es una palabra de aliento para seguir resistiendo y venciendo.
Cada bloqueo de barcos llenos de alimentos y medicinas es un llamado más a las consciencia y resistencia.
Entonces y para cerrar esta sencilla carta te decimos: ¡Epa Trump! Puedes meterte la sanción por el bolsillo. Chao.
Atentamente:
Jaimito Alimaña
PS: Tus amiguitos de Venezuela te robaron en las narices y eso, no es un chiste
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